lunes, 16 de enero de 2017


La juegoteca tiene vida propia.

Cruce entre juego, salud, educación y formación.



Autores: Luciana Comojo (Terapista Ocupacional), Nora Fernandez (Trabajadora Social), Lic. Adriana Montobbio (Psicóloga Cesac 19), M. Gimena López Díaz (Psicóloga), Lucila Muller (Psicóloga), Eliana Von Der Wettern (Socióloga), Dinorah Otero (Psicopedagoga), Lucía Podetti, Macarena Gonzalez Quiquinte y Daniela Teveles.

Institución: Centro de Salud y Acción Comunitaria Nº 19. GCBA.



Diálogos al mediodía.


Decimos que la juegoteca tiene “vida propia” porque ha ganado un dinamismo particular, una capacidad de adaptación que va más allá de las personas individuales que la componen. Para comenzar, intentaremos describir el inicio de un día cualquiera de “su” vida, siempre los lunes, al final de la mañana, cuando empieza a gestarse, para nacer por fin más o menos a las 13.15hs, en la sala de espera del Cesac 19,  cada vez. Son las 12hs; un diálogo en el comedor del Cesac:


-       Bajamos los juguetes ahora, ¿no? (están guardados en los armarios del 1º piso).

-       Sí, dale, mejor,…¡así después comemos tranquilas!

-       ¿Alguien dio vuelta los bancos? (los bancos de la sala de espera son cambiados de lugar y dispuestos en círculo; antes del inicio de la juegoteca se hace necesaria la limpieza del piso)

-        Sí, ya lo hice. Menos mal que me hoy ayudó el chico de seguridad, porque pesan una tonelada.  Ya está Cristina pasando el trapo.

-       ¿Qué cuento vamos a leer?

-       Yo traje uno de mi casa. Pero si no, hay varios que todavía no leímos.

-       ¡Nooo! Se rompió el ascensor; ¡hay que bajar y subir todos los juguetes por la escalera!

-       Permiso... ¿ya empezó la Juegoteca de los más grandes? (Papás y chicos que empiezan a cruzarse por el comedor buscando la entrada de la juegoteca de los más grandes, que funciona en otro espacio del Cesac. Y un rato después, ya en la sala de espera):

-       Hola, ¿esta es la Juegoteca de los chicos de 0 a 5 años? ¿Cómo? ¿No hay que inscribirse?  



Dar cuenta de un espacio que nos trasciende, “que tiene vida propia”, constituye para nosotros un desafío que encararemos mediante la redacción de este escrito colectivo. Coincidimos en algo y ese es nuestro punto de partida:  la juegoteca genera una plusvalía que es imposible transcribir y que justamente es el latido que sentimos todos los que participamos en ella.



Un poco de historia.

Sus inicios se remontan al año 1993, momento en el que intentábamos definir algún modo de intervención desde la salud mental en una problemática definida desde lo médico, esto es, en el programa de “Atención al niño desnutrido y su flia” que se desarrollaba en esa época en el Cesac.  Hacia 1994 se tomó la decisión de colocar juguetes en la sala de espera en los horarios en que se realizaba la atención de los chicos de bajo peso. En 1996 la falta de espacio para jugar motivó que todos los profesionales que trabajábamos en ese programa interdisciplinario (pediatras, odontóloga, trabajadores sociales y psicóloga) iniciáramos una serie de “mudanzas”, de modo que el compromiso de todos los profesionales con el valor del juego infantil hizo posible la continuidad. Y ahí empezó la “vida” de la juegoteca: cada lunes “ella”  nos hacía transportar los juguetes, la balanza, las historias clínicas, el pediómetro, etc., desde el Cesac hacia algún lugar del barrio con suficiente espacio para jugar. Así, trabajamos en el Centro Cultural, en la parroquia, en el gimnasio, en el CAF 3. En el año 2002, gracias a una ampliación en el Cesac, pudimos volver a nuestra institución utilizando un pequeño  SUM.

Resuelto el problema de la falta de espacio, “ella” nos metió en uno nuevo: su vuelta al Cesac vino acompañada de las miradas de los chicos que no pertenecían al programa de bajo peso, pero que, sin pedir permiso, o sea, como corresponde al “carácter” de una juegoteca, intentaban entrar en el salón entusiasmados por los juguetes. Por fin, en diciembre del 2005 gracias a la construcción de un nuevo edificio para el Cesac 19, pudimos utilizar la amplia y cómoda sala de espera como lugar para jugar, lo que permitió invitarlos a todos. Al mismo tiempo, el Cesac empezó a recibir concurrentes de Psicología, y entonces, “ella” empezó a enamorar y a atraer a jóvenes profesionales en formación que encontraron allí un espacio más que interesante para aprender. Hacia el 2006, el Programa de Desnutridos dejó de existir, pero la juegoteca ya había adquirido vida propia, por lo que le dijo “adiós” al que fue su padre y se instaló para quedarse.




La juegoteca hoy o cómo sacudir la rutina de un centro de salud.

La siguiente es una cita de Francesco Tonucci: “Los espacios para los niños son aptos para el control, el aparcamiento de los niños, pero absolutamente alejados de sus intereses y de sus necesidades de creatividad, de invención, movimiento, riesgo, encuentro, aventura. Hay que aceptar que los sitios aptos para el juego son los espacios verdaderos de la ciudad: las escaleras, los patios, los jardines, los monumentos. Los espacios que usan todos los ciudadanos. Sólo hay que volverlos utilizables por todos, incluso por los niños”.[i]

En definitiva: la magia del juego se basa en el convenio de hacer que algo se transforme en otra cosa sólo por la gracia de nuestro deseo. En este sentido, la juegoteca es nuestro juguete, inventado a partir de los elementos que encontramos en el centro de salud.

Pero a la vez, hay que recordar que la seriedad que el juego conlleva implica la propia transformación del jugador: por ej., un niño que juega al papá cambia su voz y así, de algún modo, se torna “obediente” al convenio que sostiene su juego. Es por ello, que a la vez que la juegoteca se reinventa, ella nos moviliza y va más allá, mueve, transforma, genera y fortalece lazos, siempre y cuando se sostenga la regla-convenio que la hizo nacer: todos los lunes, a la misma hora, aquí se juega.

En ese movimiento se construye la intervención interdisciplinar: es imposible irse a casa después de tanta intensidad sin un encuentro con los pares. Y esa es la segunda regla: todos los lunes, después del juego con los chicos y sus familias, todos los profesionales participantes nos sentamos alrededor de una mesa a intercambiar y reflexionar sobre lo ocurrido. Nadie se va antes del final.

Además de las psicólogas, la terapista ocupacional y la trabajadora social, se ha incorporado la residencia de Medicina General, estudiantes de Trabajo Social y de Psicología. Por otra parte, se establecen lazos con todos los profesionales del Cesac que derivan niños a la juegoteca y con quienes compartimos el seguimiento de esos chicos.

El año pasado comenzaron a participar del programa dos profesionales del Cepapi 1, logrando entonces afianzar la articulación con el sector Educación que ya veníamos construyendo mediante el vínculo, mayormente telefónico, con jardines y guarderías. Y así el programa se fue constituyendo como interdisciplinario e intersectorial.



Y mientras se juega, también se habla.   

Si bien el juego se sostiene en la regla, su desarrollo y su final son inciertos. Los juguetes quedan ahí a disposición y nosotros nos disponemos a escuchar. La población ha ido cambiando en estos veinte años por lo que las inquietudes que traen son distintas. Al principio, y atendiendo a la cuestión de la desnutrición, acudían familias migrantes recién llegadas, donde las consultas se referían fundamentalmente a lo médico y lo social. Hoy en día, las familias ya están más asentadas en el barrio, y las consultas giran en torno a temas de crianza y referidas a padecimientos en la salud mental. De tratar a niños desnutridos, se pasó a tratar casos de niños “encerrados”. La situación laboral ha cambiado en tanto hay más trabajo (en su mayoría precario) y, en este sentido, la desnutrición dejó de ser un problema prevalente. Pero el hecho de que los padres estén largas horas fuera de sus casas, sumada al aumento de la construcción, la falta de espacios libres y el problema de la inseguridad, da como resultado que los chicos pasen el día encerrados y a veces, solos. Con frecuencia, la juegoteca es el primer lugar donde un bebé puede dar sus primeros pasos, ya que en la casa no hay más espacio que el que queda sobre la cama. La constitución psíquica no puede dejar de complicarse en este panorama y la juegoteca se convierte en un espacio de evaluación y escucha donde realizar las primeras intervenciones frente al padecimiento psíquico.

La capacidad de que la palabra circule y abra a la posibilidad de pensar que las cosas pueden ser de otro modo le da forma al inicio de cada día de juegoteca: cada lunes arrancamos con el rincón de lectura donde uno de nosotros lee un cuento. Luego se invita a los niños a explorar los diferentes libros de cuentos, mientras se les propone a los adultos que han acompañado a los nenes un espacio para ellos (la incorporación de los profesionales del Cepapi nos ha permitido sostener el rincón de lectura y el grupo de padres al mismo tiempo). El grupo de los adultos se inició con la pregunta: ¿a qué jugaban Uds cuando eran chicos? Así se configuró como un espacio de escucha y debate de experiencias de juego para el adulto que está acompañando al niño en la crianza y el juego. Se reflexiona acerca de las miradas sobre las infancias, elaborando conocimientos sobre los procesos “creativos” de las crianzas, ante todo, respetando las diferencias culturales que caracterizan a las familias del barrio. Se piensa en este espacio como un lugar de encuentro entre personas, saberes, intereses e historias. El juego es constitutivo del sujeto y es el Otro –encarnado por el adulto referente- quien sanciona que la actividad del niño o niña es un juego. En este sentido, la juegoteca es un espacio privilegiado ya que en dicha sanción o reconocimiento participa la cultura, la comunidad, es decir, aquello que sostiene el marco referencial de los adultos.

Luego de finalizado el espacio de adultos y el rincón de lectura, se traen los juguetes y se deja a niños y adultos disponerse como deseen en la sala. Allí nos vamos acercando a cada papá o mamá y conversamos unos minutos con ellos sobre aquello que quieran comunicarnos. Se registran los datos de cada niño y un breve resumen de cada entrevista.

A veces resultamos ser las primeras personas con las que las familias hablan de ciertos temas, ya que la soledad de la maternidad que genera la crianza en la gran ciudad se conjuga con las historias personales de cada caso, frecuentemente teñidas de extrema vulnerabilidad. Intentamos que el vínculo que establecemos con los adultos referentes de los niños no alimente la pasividad, incentivando el diálogo abierto, la pregunta reflexiva, el intercambio que dinamiza y permite expresar inquietudes. No dejamos de sorprendernos por el efecto que producen nuestra preguntas en las personas que acuden a la juegoteca, ya que no suelen sentirse incómodas o presionadas ante nuestra propuesta de pensar acerca de sus dudas o temores. Antes bien, nos transmiten su propia sorpresa por encontrar en nosotros personas que se interesan en su situación.



La juegoteca es un lugar al que poder volver.

Las reglas del juego: el mismo día, la misma hora; apertura, desarrollo, cierre y reunión entre profesionales. Y al siguiente lunes, de nuevo empezar. La juegoteca se constituye entonces como lugar de referencia, un lugar a donde volver. Sus reglas son producto de un aprendizaje, y configuran un espacio ‘ganado’ institucionalmente, lugar diferente, que crea una oportunidad de juego que la mayoría de las veces los niños tienen coartada (“es la primera vez que puede gatear, o jugar con otros nenes, etc.”). Todo el espacio del Cesac queda afectado por el juego: las reglas no hacen más que darle forma al convenio que permite que éste continúe. La juegoteca resulta un ‘momento ritual’ constituido a lo largo del tiempo como el encuadre del espacio, en un largo recorrido que demandó energía y esfuerzo. Pero a la vez goza de la permeabilidad, la movilidad y la apertura necesarias para poder incorporar nuevas propuestas y adaptarse a los emergentes.  Así, por ej., notamos que los chicos más grandes (4 y 5 años) veían entorpecido su juego por el cuidado que tenían que tener para no lastimar a los más chiquitos, mientras que éstos corrían el riesgo de ser golpeados por los más grandes. Entonces, introdujimos una variante: luego de transcurrida una media hora de juego en común, los mayorcitos son invitados a un consultorio para jugar en pequeños grupos con algún material poco estructurado pero facilitador del intercambio grupal (masa, pistas de autos, bloques).

La juegoteca tiene vida propia, se mueve y atrae a los estudiantes y profesionales en formación: el espacio de este trabajo no nos permite extendernos en este tema, pero es necesario explicitar que se ha convertido en un dispositivo de APS valorado como “semillero” para estudiantes y profesionales en formación, donde se fortalece el trabajo en el intercambio, el cual a la vez se nutre y se oxigena con la experiencia que traen cada uno de los estudiantes, residentes y concurrentes que entran y salen. Por citar sólo un ejemplo, el presente escrito contó, para su redacción, con una importante participación de tres estudiantes de Trabajo Social.  

Es notable que esta juegoteca haya perdurado tanto; es común que dispositivos públicos de esta naturaleza se cierren sistemáticamente. Estimamos que esto fue posible a causa de su permeabilidad, ya que no depende de una persona, de un poder decisorio, sino que es una construcción constante y funciona más allá de las individualidades. A la vez, se ha sostenido en el deseo de los participantes de encontrar una grieta, un vericueto, una hiancia, un lugar para generar un cambio hacia adentro de la institución sin depender necesariamente de las políticas públicas vigentes: un lugar para jugar. Y a la vez, un espacio de articulación con otras instituciones como forma de resolver necesidades a las que las políticas públicas no responden.



Para seguir trabajando.

Existe una tensión entre el intento de mantener la juegoteca como un espacio pensado como promotor de salud y la presión por dar respuesta frente a la patología, entre sostener el juego, por un lado y, por el otro atender la urgencia de las realidades que muchas veces enfrentan los que concurren. Ahora bien, dicha tensión es la que marca cotidianamente las vidas de los niños, al modo de un “hachazo de la realidad’ que interrumpe y se entremezcla con el juego. Como equipo profesional, nos encontramos frente a familias que viven situaciones de una complejidad tal, que constituyen un “hachazo de la realidad” para nosotros, a tal punto que el juego empieza a peligrar, y donde a veces el sostén que constituye el propio equipo al modo de una red es el único sustento que nos permite seguir en el juego. Al menos, comprobamos que, aún en el peor de los casos, el juego siempre abre una oportunidad para hacer visibles conflictos, y en lo posible, para idear formas novedosas de intervenir. La pertenencia a un equipo interdisciplinario permite desnaturalizar, mirar de otra manera; permite asumir el no saber, la falta de, y la necesidad de buscar otras alternativas, para no ‘dársela contra la pared’.



Y nos despedimos hasta la próxima.

La juegoteca es un motor de la labor profesional, no queda ‘estanco’ ni se limita al juego de los niños cada lunes, sino que va más allá. Tiene la capacidad de generar lazos en diferentes direcciones: entre niños, adultos, profesionales de distintas disciplinas, instituciones del barrio, etc.

Ya sea para el seguimiento de los niños con dificultades, ya sea para trabajar articuladamente en la promoción de la salud, es un hecho sorprendente la riqueza del intercambio entre salud y educación (con el Cepapi, pero también con la escuela domiciliaria y de Atención temprana que desarrollan sus tareas directamente en el CeSAC). Se convierte así en un exponente de la posibilidad de generar vínculos más allá de la política pública, en sus vericuetos, dado que ésta suele estancar a cada institución en su sector y hasta obstaculizar los intercambios.

La lógica del juego implica que se pueda usar algo que está hecho para una cosa, para hacer con él otra cosa: así explicamos la existencia de una juegoteca en un CeSAC, ya que se trata de un espacio de salud utilizado para el jugar. Los pasillos y otros espacios se ven ‘invadidos’ por la juegoteca (ya sea por el ruido, el movimiento, etc.), se moviliza, desordena, y a veces resulta incómodo. La posibilidad del despliegue de este aspecto disarmónico del juego da cuenta de la buena predisposición que tienen todos en el CeSAC para con la juegoteca, dado que también colaboran con juguetes, y participan articulando y estando disponibles para hacer consultas.

La regla del juego tiene como función sostener la posibilidad de seguir jugando: la juegoteca no es más que un conjunto de reglas para alojar lo inesperado, para hacer espacio a la sorpresa, para tomarse en serio la posibilidad de hacer otra cosa que lo sempiternamente establecido.

Y para terminar este escrito al modo de un juego, nada mejor que jugar con las palabras y finalizar transcribiendo aquí un fragmento de un cuento que dice así:  “La chica sabía que tenía que aceptar cualquier juego, precisamente porque era un juego. Sabía que cuanto más exagerado fuera, más sería un juego y más obediente tendría que ser al jugar. Y era inútil invocar la razón y advertir al alma alocada que debía mantener las distancias con respecto al juego y no tomárselo en serio. Precisamente, porque se trataba sólo de un juego, el alma no tenía miedo, no se resistía y caía en él como alucinada.”[ii]




Trabajo presentado en la I Jornada de Juegotecas en Salud. "Juego y Salud van de la mano". Agosto-2015.

[i] Tonucci, Francesco, Cuando los niños dicen ¡Basta! , pág 59.  Losada. Buenos Aires, 2003.
[ii] Kundera, Milan, El libro de los amores ridículos, El falso autoestop, Editorial Tusquets. Buenos Aires, 2006.

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EL JUEGO COMO ARTICULADOR Briglia, Julieta (Lic. en Terapia Ocupacional); Fuertes, Laura (Lic. Kinesióloga fisiatra); Nowotny, Alexia (...